¿Qué tienen en común el tinnitus, la hiperacusia y la misofonía? La ciencia da una nueva pista. El tinnitus, esa molesta percepción de zumbidos que nadie más escucha; la hiperacusia, una sensibilidad extrema a ruidos normales; y la misofonía, esa repulsión visceral a ciertos sonidos cotidianos como masticar o teclear… pueden parecer problemas distintos, pero la ciencia empieza a encontrar un posible denominador común en el cerebro.
Una reciente revisión científica ha puesto el foco en un aspecto poco explorado hasta ahora: la interacción entre las neuronas auditivas periféricas y las redes centrales del cerebro, particularmente la llamada «triple red», una red que regula emociones, atención y pensamientos internos.
¿Trastornos auditivos o del cerebro?
Aunque muchas personas asocian estos trastornos con pérdida auditiva o daño en el oído interno, los expertos ahora creen que los problemas pueden originarse incluso en personas con audición normal. En otras palabras, el oído puede estar sano, pero el cerebro interpreta mal lo que recibe.
Según este análisis, ni la edad ni el género son factores determinantes para sufrir tinnitus, hiperacusia o misofonía. Esto contradice viejas creencias que atribuían estos males al envejecimiento o a condiciones específicas del sistema auditivo.
Lo que sí parece tener mucho peso es cómo el cerebro procesa y responde a ciertos estímulos sonoros, y cómo ese procesamiento puede ser alterado por el estrés crónico o por circuitos neuronales desincronizados o hiperactivos.
La triple red: una pista clave en el rompecabezas
En neurociencia, la «triple red» se refiere a tres sistemas cerebrales que trabajan en conjunto: la red por defecto (Default Mode Network o DMN), la red ejecutiva central y la red de saliencia. Estas redes regulan funciones tan importantes como el pensamiento introspectivo, la toma de decisiones y la detección de estímulos relevantes del entorno.
En pacientes con tinnitus o hiperacusia, se han observado alteraciones significativas en el funcionamiento de estas redes, lo que puede explicar por qué los sonidos se perciben de forma exagerada o incluso imaginaria.
En el caso de la misofonía, el patrón es diferente. El detonante suele ser emocional: ciertos sonidos actúan como desencadenantes de reacciones intensas. La teoría actual sugiere que el estrés y las emociones intensas pueden activar rutas cerebrales descendentes que refuerzan esta reacción negativa al sonido.
¿Se puede tener tinnitus sin pérdida auditiva?
Sí, y no solo se puede: es bastante común. Numerosos estudios han demostrado que muchas personas con tinnitus no presentan alteraciones significativas en las pruebas audiométricas tradicionales. Esto refuerza la idea de que el problema se origina más arriba: en el procesamiento cerebral del sonido, no en el oído como tal.
Además, se ha observado que la hiperacusia y el tinnitus pueden coexistir, y que alrededor del 86% de quienes sufren hiperacusia también reportan tinnitus. Lo interesante es que el tinnitus suele ubicarse en frecuencias altas (entre 6 y 8 kHz), mientras que la hiperacusia se asocia con molestias en rangos más bajos. Esta diferencia en las frecuencias afectadas sugiere que ambos trastornos pueden estar conectados a distintos circuitos neuronales dentro del mismo sistema.
¿Cómo se diagnostican estos trastornos?
Uno de los grandes desafíos para los especialistas es que no existen pruebas objetivas universales para diagnosticar el tinnitus, la hiperacusia o la misofonía. Sin embargo, se han creado herramientas de evaluación como el Inventario de Hiperacusia (HKI) y la medición del Nivel de Sonoridad Incómodo (NNI), que ayudan a clasificar la gravedad del problema.
En el caso de la misofonía, se están desarrollando escalas específicas para medir la intensidad de la reacción emocional ante ciertos sonidos, ya que no siempre hay un patrón medible de volumen o frecuencia que lo explique.
¿Un futuro con mejores tratamientos?
Uno de los principales obstáculos en el tratamiento de estos trastornos es que todavía no comprendemos completamente su causa. Pero este nuevo enfoque que considera la interacción entre lo periférico (el oído) y lo central (el cerebro) podría abrir la puerta a terapias más eficaces.
En lugar de tratar solo los síntomas, los especialistas podrían comenzar a trabajar en modular la actividad cerebral mediante estimulación eléctrica, terapia cognitiva o técnicas de reducción del estrés, como la meditación y el mindfulness.
También se destaca la importancia de personalizar el tratamiento según el tipo de trastorno y su severidad. La ciencia aún no tiene todas las respuestas, pero está cada vez más cerca de comprender estos complejos y debilitantes problemas auditivos desde un enfoque integrador, neurocientífico y emocional.
Fuente: sciencedirect.com